EL MÓVIL COMO MOTOR DE LA “SHARING ECONOMY”

Compartir está de moda. O por lo menos es un concepto que se ha puesto de moda a partir el surgimiento de todo tipo de compañías dedicadas a ofrecer servicios que se enmarcan en lo que se conoce como la “sharing economy” o economía colaborativa. Se trata de empresas que permiten que las personas compartan sus bienes con otros, a cambio de una pequeña renta. De esta forma, se multiplica la oferta en esa categoría, y se bajan los costos, beneficiando tanto al dueño del bien, quien ahora puede obtener una ganancia que antes no estaba dentro de sus posibilidades, y de otros usuarios quienes pueden acceder al bien sin tener que comprarlo por si mismos, o pagar por un servicio tradicional. Y si bien se trata de una tendencia que ha comenzado a registrarse desde hace algunos años, ésta es sólo posible gracias al móvil.

Uno de los productos y servicios más populares vinculados con este modelo de negocio es Airbnb, el conocido sitio que permite alquilar departamentos y casas, habitaciones, o hasta un sillón para dormir en cualquier ciudad del mundo, a precios competitivos que en general resultan más bajos que los disponibles en hoteles. Otro es Uber, el servicio de taxis sin taxis que permite que cualquiera se convierta en chofer y lleve pasajeros de un lado al otro con su propio automóvil. Si bien Uber no siempre es más barato que un taxi o que otras alternativas, sí tiene la ventaja de ser mucho más rápido y eficiente, de llevar un registro de choferes que permite conocerlos antes del viaje y calificarlos una vez que este concluye, y pagar directamente a través de la aplicación de la compañía, lo que elimina la necesidad de contar con efectivo u otros medios de pago. Tanto Airbnb como Uber cobran una comisión en cada transacción, las cuáles siempre se pagan a través de sus apps o sitios web, y de esa forma hacen dinero. Pero estos son apenas dos ejemplos, entre muchos , de compañías de rubros tan variados como el transporte, la educación, y hasta el trabajo, que están surgiendo para aprovechar este modelo de negocios.

Pero existe una realidad, y es que la economía colaborativa no es una novedad. Existe una vertical de negocio que se maneja de esta manera desde hace más de cuarenta años, y aunque siempre pasó bastante desapercibida fuera del nicho al cual afectaba, en principio es igual a este nuevo tipo de startups. Se trata del negocio de la aviación ejecutiva. Y es que, gracias a los elevados costos involucrados en la adquisición y mantenimiento de un jet privado, sus dueños – ya sea que se trate de empresas o individuos – tradicionalmente suelen ponerlos a disposición de empresas de alquiler de aviones, las cuales se encargan de mantenerlos funcionando y los alquilan de otros clientes quienes pueden contratar un viaje y, así, disfrutar de los beneficios de un vuelo privado sin desembolsar los entre 3 y 50 millones de dólares que vale uno de estos aviones.

¿Pero por qué si la economía colaborativa es un concepto tan viejo, que ya ha demostrado éxito en un segmento conocido por una gran cantidad de empresarios e inversores, ésta nunca se había popularizado entre el público masivo? La clave, como decíamos al principio, está en la conectividad. Y es que es gracias a las bases de datos, los buscadores, la conectividad extendida vastas regiones del mundo, y hasta los medios de pago que hoy es posible encontrar, reservar, y hasta pagar por el uso parcial o temporal de todo tipo de productos y servicios. Y pocas tecnologías son responsables de tal conectividad como lo es el móvil.

Y es por eso que este concepto se encuentra en franca expansión, y se ha convertido en un estilo de vida adoptado mayormente por los consumidores de todos los niveles. La proliferación de servicios como Zipcar, los cuáles permiten contratar un auto y utilizarlo de acuerdo con las necesidades que tenga el usuario, han llevado a que en los Estados Unidos se registre una baja histórica en el consumo de autos. De acuerdo con un estudio hecho por Bloomberg, los consumidores de todos los rangos etarios hoy compran menos autos que en las décadas de los 80s y los 90s. Y si bien esto no se tradujo en una caída en las ventas (por el contrario, la cantidad neta de automóviles vendidos subió), si tenemos en cuenta el crecimiento poblacional explosivo que hubo durante las últimas dos décadas y que llevó a que la generación millenial duplique en tamaño a la de sus padres, proporcionalmente la industria está vendiendo menos. Por supuesto no podemos atribuirle este cambio en la conducta de los consumidores exclusivamente a la economía colaborativa, ya que otros factores como la crisis del 2008 y el menor nivel de ingreso promedio registrado hoy en relación a hace dos o tres décadas también tienen que ver. Pero incluso luego de la salida de la recesión provocada por esta crisis, la tendencia se mantiene, lo que hace pensar que algo está cambiando.

 Las compañías tradicionales también adoptan este modelo

Así como Netflix en su momento revolucionó el mercado del cine al permitir el alquiler de DVDs a domicilio, y luego reemplazarlo por su servicio de streaming, y Spotify hizo lo propio eliminando la necesidad de comprar música y, en cambio, comenzó a cobrar una suscripción mensual a una vasta base de datos de canciones, algunas empresas están empezando a pensar seriamente en adoptar este tipo de modelos de negocio para complementar sus negocios tradicionales.

Probablemente el ejemplo más claro sean las automotrices. Y es que, entre la tendencia a la baja en las ventas, la inminencia de fenómenos como los autos sin conductor, y la preferencia cada vez más marcada de los consumidores por innovaciones en materia de equipamiento, tecnología y cuidado ambiental, la venta tradicional de autos está en peligro. Es por eso que General Motors ha ideado un programa que permitirá que varios consumidores – conocidos entre sí o no – compren un vehículo entre varios como si se tratara de un tiempo compartido, y mediante una aplicación móvil administren el tiempo de uso que cada uno le da, y la logística para poder utilizarlo. Esto, que puede sonar inconveniente – y claramente necesita una pulida – es un buen indicio de cómo sectores de la economía que se manejaron con las mismas reglas durante más de cien años, comienzan a adoptar las nuevas tecnologías para desarrollar cambios en sus modelos de negocio y adaptarse a las demandas del mercado.

Y este es apenas el comienzo. Cada vez más industrias adoptarán este tipo de modelos. E incluso las que no lo hagan en la distribución de sus productos, sí aplican estos conceptos para volver más eficientes sus procesos. El startup argentino Sincropool, por ejemplo, es un caso que permite demostrar como distintas grandes compañías e instituciones están adoptando procesos colaborativos (como lo es el compartir el vehículo de camino al trabajo) para volverse más eficientes.

Existen miles de proyectos e iniciativas que ponen foco en la colaboración para solucionar problemas y para bajar los costos en todo tipo de actividades, y aunque es incierto si este tipo de modelo dará resultado en todas las verticales, la colaboración sin dudas se volverá más y más frecuente. Lo que es indiscutido, además, es que el móvil será un elemento central que habilitará a que este tipo de ideas puedan llevarse adelante.