Fundar un startup es, sin lugar a dudas, una experiencia muy diferente a la de mantener un empleo formal, y como tal presenta una serie de desafíos únicos. Es por eso que existen una serie de errores que suelen repetirse entre quienes lo hacen por primera vez. Errores que pueden costar caro en términos de tiempo y dinero y que, con apenas un poco de experiencia, resulta sencillo evitar. Es por eso que hoy nos proponemos revisar diez de estos errores, para ayudar a aquellas personas que emprenden por primera vez a evitar los lugares comunes y ahorrarse una gran cantidad de dolores de cabeza:

  1. No contar sus ideas

El primer error en esta lista es tan común que se ha convertido en el primer consejo que cualquier emprendedor recibe en el momento de comenzar a pergeñar un proyecto propio, y tiene que ver con resistir el impulso de no hablar abiertamente de lo que está creando. Es común enamorarse de una idea, y pensar que contarla va a llevar indefectiblemente a que otra persona se la apropie y se robe el negocio. Sin embargo, la realidad es que las ideas no son tan importantes, y que lo que verdaderamente vale es la implementación. Para ponerlo en un ejemplo, MySpace, Twitter y Facebook son tres startups que partieron de la misma idea. Aún así, nadie podría decir que se trata de productos parecidos. Ya sea por miedo al robo, o por miedo a recibir un feedback que no queremos escuchar, es importante no guardarse las ideas y contarlas abiertamente. Nunca sabemos en qué momento recibiremos un comentario que nos ayudará a mejorar nuestro proyecto, o encontraremos a un socio potencial que nos aportará muchísimo valor.

 

  1. Mirar demasiado a la competencia

Otro error común tiene que ver con obsesionarse con la competencia. Salvo que se trate de un producto muy disruptivo, prácticamente todo startup tendrá uno o dos competidores directos. Y la tentación de medirse con ellos será constante. No hay forma menos productiva de pasar el tiempo que observando las fallas en el producto de la competencia o indignándose porque un equipo “menos talentoso que el nuestro” recibe inversiones o atención de la prensa. Al mismo tiempo, si bien es sano aprender de la competencia y hasta conocerla bien para mejorar nuestro propio producto, mirarla demasiado conlleva el riesgo de terminar convirtiéndonos en seguidores, y haciendo un producto que no será más que una imitación pobre del de nuestros competidores, en vez de algo original que ofrece verdadero valor.

 

  1. Cobrar un salario muy alto, o demasiado bajo

Uno de los grandes desafíos para cualquier fundador tiene que ver con establecer el valor de su propio trabajo. Esto no es un verdadero problema en las etapas iniciales de un startup cuando no hay una inversión o ingreso que permita cobrar un salario. Sin embargo, cuando empieza a llegar el primer dinero es fácil ponerse demasiado conservador y elegir no cobrar, cobrar un sueldo simbólico, o creer que porque alguien confía en nosotros eso nos habilita a cobrar el salario de un alto ejecutivo en una multinacional. La realidad es que todas estas prácticas están equivocadas y llevarán, en el primero de estos casos, a que vivamos mal y pasemos más tiempo preocupados por no poder pagar la factura del teléfono que pensando en nuestro proyecto; y en el segundo, a que se nos acabe el dinero muy rápido, o que nuestros inversores nos vean como irresponsables. En cualquier caso, lo ideal es buscar un punto de equilibrio que permita vivir sin muchas preocupaciones, pero sin intentar salvarnos en lo económico el primer día.

  1. Lanzar muy tarde

Resulta sencillo obsesionarse con nuestro producto al punto tal de nunca verlo terminado. Todos conocemos a ese startup que promete estar desarrollando una aplicación revolucionaria que lo cambiará todo, pero que pospone su lanzamiento una y otra vez. No es necesario contar con un producto completo que tenga todas las características y funcionalidades que soñamos antes de lanzar. Esto no sólo nos impedirá comenzar a facturar, sino que conlleva el riesgo de poner demasiada energía en un desarrollo que no resuelve verdaderamente el problema para el que fue concebido. Es preferible lanzar una versión mínima del producto relativamente rápido, y aprender del uso y las necesidades reales de los clientes —y no de lo que nosotros creemos que son esas necesidades— y construir en base a eso, que pasar meses y meses, o años incluso, quemando capital en el desarrollo de algo que puede terminar siendo una gran decepción.

 

  1. Lanzar muy rápido

Por otro lado es frecuente también el caso contrario. En pleno auge de la filosofía de Lean Startup, no resulta extraño encontrar compañías que lanzan un producto tan mínimo y tan básico que es incapaz de atraer a un cliente. Si bien es cierto que muchos conceptos se pueden probar con un par de planillas de Excel, eso no quiere decir que no debamos hacer un mínimo esfuerzo por darle un aspecto profesional y terminado al producto que, además de su capacidad de resolver problemas, permite evaluar si existen clientes dispuestos a pagar por él.

 

  1. Prestarle atención a las métricas equivocadas

Existen innumerables métricas para medir el crecimiento de un startup. Sin embargo, sólo unas pocas son verdaderamente valiosas. No es fácil, pero es importante evitar caer en la tentación de vanagloriarse por números positivos que no significan nada. Es decir, una compañía puede estar aumentando significativamente el número de seguidores en Facebook todos los días, pero ¿se está traduciendo esto en ventas, o en posicionamiento? Al mismo tiempo, es frecuente escuchar a emprendedores comentar que todos sus usuarios aman su producto, pero si se trata de una aplicación que tiene diez usuarios, quizás haya que pensar que la muestra sea demasiado pequeña. Es importante identificar las métricas correctas y observarlas con frialdad y autocrítica. De otra manera corremos el error de fallar, y no identificar dónde estuvo el problema.

 

  1. Enfocarse en los pequeños problemas en lugar de atender lo verdaderamente importante

Este es uno de los grandes desafíos con los que se encontrará cualquier emprendedor, y tiene que ver con permitir que los pequeños problemas del día a día acaparen toda nuestra atención en detrimento de aquello que verdaderamente importa. Si bien hay pequeñas cuestiones y trámites urgentes que requieren ser atendidos, nada es tan importante como desarrollar el producto, hablar con clientes, vender, y encontrar procesos que podamos replicar para ayudar a que la compañía crezca. Es por eso que —aunque no es recomendable ignorar las llamadas del contador, o reunirse regularmente con los inversionistas para contarles el estado de la compañía— es importante prevenir que estos asuntos se conviertan en lo único que acapara nuestro día a día.

 

  1. Enfocarse solamente en encontrar una inversión

Otro error frecuente, muy vinculado al anterior, tiende a ocurrir cada vez que se sale a buscar una inversión. Si bien es importante dedicarle tiempo a construir una relación con potenciales inversionistas o instituciones que puedan proveer capital para llevar adelante la siguiente etapa de crecimiento, esto no quiere decir que haya que dedicarle todo el tiempo a esta tarea, y olvidarse por completo del producto, los empleados, y los clientes. Una compañía puede sobrevivir, y hasta crecer, sin recibir una inversión. Lo que no puede es seguir adelante si no se trabaja en el producto y en el negocio.

 

  1. Trabajar demasiado

Es fácil sentirse agobiado por la enorme cantidad de tareas que necesitan de nuestra atención. Sin embargo, es importante saber distinguir qué es lo verdaderamente importante y qué no lo es, y deshacerse de aquellas tareas que no tienen importancia. No es necesario ser un superhéroe, ni dejar de dormir para demostrar compromiso y ganas de triunfar. Por el contrario, no estar descansados y lo suficientemente relajados puede resultar en una muy baja productividad.

 

  1. No conectarse con sus clientes

Este es el peor error que cualquier emprendedor puede cometer, y tiene que ver con desconectarse de sus clientes. Sin importar cuál sea el modelo de negocios que sostiene a la compañía, siempre habrá clientes —o en su defecto, usuarios— a quienes habrá que solucionarles un problema para que utilicen el producto. Es por eso que estar en contacto permanente con los clientes, recibir su feedback, aprender de lo que necesitan y del uso que le dan al producto, y hasta formar parte del proceso de venta resulta fundamental. Después de todo, sin clientes no hay negocio, y sin negocio ¿cuál es el propósito de un startup?