Existen una enorme cantidad de posibilidades a la hora de pensar en una exit strategy, es decir, en una estrategia para abandonar una Startup y capitalizarse en el proceso. Si bien no todos los emprendedores planifican desde el comienzo adónde piensan llegar con sus proyectos, es frecuente que los inversores lo tengan en la cabeza desde el segundo en el que ponen sus manos en el plan de negocios.

Las múltiples posibilidades incluyen: la venta a un competidor o a un coloso en el mercado, lo cual en general resulta en una multiplicación de entre tres y diez veces del capital invertido para el inversor, y en una paga muy generosa para el emprendedor; el acquihire, es decir la venta a otra compañía que adquiere el Startup por su talento, lo cual resulta en una pequeña ganancia para los inversores y un muy buen empleo en la empresa compradora para el emprendedor; la liquidación, la cual implica el cierre del Startup y en general reporta pérdidas o una ganancia baja y un golpe a la reputación del emprendedor; la explotación del Startup, que implica el cobro de un buen salario para el emprendedor, y la posibilidad de retirar dividendos de manera indefinida para los inversores; y el IPO, es decir, convertir al Startup en una empresa pública que cotiza en la bolsa de comercio, lo cual suele llevar a que los inversores multipliquen decenas de veces sus utilidades, y los emprendedores ganen suficiente dinero para vivir tranquilos el resto de sus vidas. O más. Esta última estrategia es, sin lugar a dudas, la menos frecuente.

En los Estados Unidos en 2013 apenas unas 5.000 compañías contaban con el estatus de públicas, esto es una fracción minúscula si se tiene en cuenta que existen cientos de miles, si no millones, de sociedades y empresas solamente en ese país. Esto tiene que ver, primordialmente, con que hay una serie de requisitos que las empresas públicas tienen que cumplir. Estos son: la apertura total de sus libros al público y a sus accionistas —lo cual requiere de un feroz trabajo administrativo— y el sometimiento a reglas especiales y al escrutinio permanente de la SEC (o la Comisión Nacional de Valores, si habláramos de un caso como el de Argentina). Sin embargo, contrariamente a las ideas instaladas en el imaginario popular, no es necesario facturar miles de millones de dólares para realizar una oferta pública inicial. Por el contrario, así como se procede para atraer a cualquier tipo de inversor, lo único que hace falta es mostrar métricas sólidas en algún sentido que generen confianza en la compañía, y la certeza de que la inversión va a traer algún tipo de retorno (en este caso, en la forma del crecimiento del valor de la acción), aunque sea en el largo plazo.

 

El camino hacia el IPO

Llegar a un IPO no es un camino corto ni simple, y requiere de una cierta visibilidad y trayectoria que vuelva plausible la operación. Al mismo tiempo, es necesario contar con una gran cantidad de recursos que permitan planificar y ejecutar la oferta pública inicial, así como un equipo experimentado y bien conectado que la lleve adelante. En general, este tipo de operaciones son encaradas por unos pocos fondos de inversión que detectan qué compañías tienen el potencial de convertirse en públicas, y ponen dinero en ellas para orientarlas en ese camino.

Sin embargo, no es necesario esperar a que estos Startups maduren por una década y facturen cientos de millones para lanzarlas a la bolsa. Para algunos analistas como Eric Jackson, de Forbes, incluso compañías como Facebook, Twitter, o Groupon —cuestionadas en su momento por convertirse en públicas muy rápido, o por no tener del todo desarrollados sus modelos de negocio al momento de su IPO— deberían haberlo hecho antes. Según el analista, ponerse en el foco del inversor común (y no de los fondos especializados en tecnología de Silicon Valley) obliga a las compañías a responder preguntas incómodas y a tener que replantearse su estructura con total apertura, lo cual suele resultar en mayor creatividad para empezar a monetizar  y desarrollar su total potencial.

 

Adquisición vs IPO

Yendo al caso puntual de Groupon, si la empresa hubiese aceptado la oferta de adquisición por 6 mil millones de dólares por parte de Google, ésta posiblemente no se habría visto forzada a hacer los cambios radicales que tuvo que hacer, reemplazando a su CEO, incorporando algunos aspectos de un e-commerce tradicional, y agregando nuevos canales de monetización tales como cupones de descuento de todo tipo de comercios y tiendas online.  En manos de Google, Groupon probablemente habría terminado como un proyecto abandonado más, o como un servicio secundario en el que la compañía no habría puesto el foco necesario. Si bien financieramente la adquisición habría sido más sencilla para su fundador y para sus inversores, sin dudas no habría sido mejor para la compañía.

Hoy, compañías como SnapChat —que hace un mes levantó $485 millones de dólares en financiamiento de 23 inversores privados, que le han permitido sobrevivir y continuar su expansión hasta convertirse en una de las redes sociales (o mensajeros) más populares entre los jóvenes, acumulando cientos de millones de usuarios— perfectamente podrían apuntar a convertirse en públicas. Si bien este Startup, el cual ya rechazó tres ofertas por parte de Facebook, no facturó ni un centavo, tiene la suficiente tracción y una tasa de crecimiento tan alta en segmentos demográficos clave, que con la enorme inyección de capital que supone un IPO, y con la presión que los nuevos accionistas ejercerían sobre sus directores, sin duda podría convertirse en una empresa altamente rentable que ofrezca grandes retornos en el largo plazo.

Por otro lado, sin desarrollar un modelo de negocios que genere una facturación que permita originar un retorno, un IPO puede resultar una buena forma de recuperar el capital invertido (y multiplicarlo varias veces),  y de compensar a los emprendedores por sus años de esfuerzo de manera relativamente rápida. Lamentablemente, este camino es válido tanto para quienes tienen la intención legítima de aprovechar la tracción, el capital y la fama de la compañía para convertirla en una gran empresa altamente rentable, como para quienes simplemente quieren hacer cash out y olvidarse de la compañía.

Un caso paradigmático para analizar, cuando hablamos de IPOs realizados en etapas tempranas, es el de Amazon. El líder en el segmento del comercio electrónico realizó su oferta pública inicial apenas tres años después de haber sido fundada, y cuando ostentaba una modesta facturación de 16 millones de dólares. No era más que una PyME para los estándares de los Estados Unidos. Sin embargo, gracias a notoriedad tuvo una salida exitosa a los mercados. Y fue probablemente gracias a la exposición pública, y el escepticismo inicial de los inversores, que Jeff Bezos se vio obligado a plantearse objetivos claros y a desarrollar una visión para su compañía, lo que la llevó a convertirse en uno de los colosos de Internet, generando un increíble retorno de inversión para quienes apostaron por ella.

No todos los Startups tienen lo que se necesita para convertirse en empresas públicas. Después de todo, además de un gran potencial hace falta al menos una gran métrica que convenza a los inversores adecuados —y luego a los mercados— de que el IPO es un camino que vale la pena tomar. Al mismo tiempo, es necesario contar con el capital necesario para llevarlo adelante, y con la preparación suficiente para enfrentar el enorme desafío y la gran carga que supone llevar adelante una empresa pública.

Sin embargo, si se cuenta con una gran tracción, una notoriedad importante en la prensa y en un segmento del mercado, y la convicción de que con el capital indicado es posible desarrollar un gran negocio, no es necesario haber facturado ni siquiera un solo dólar para llevar adelante una oferta pública inicial relativamente exitosa, y valerse de ella para construir una gran compañía.