El M-Health, es decir, el uso de la tecnología móvil para desarrollar aplicaciones vinculadas con la salud y la medicina, es uno de los campos más prometedores en nuestra industria. Hace pocos meses discutimos los recientes avances en este campo, y la gran oportunidad de negocio que estos suponen. Sin embargo, no hicimos hincapié en la verdadera revolución que significan estas innovaciones, y que podría cambiar para siempre la forma en la que entendemos a las enfermedades, y nuestra capacidad de anticiparnos a ellas. Estamos hablando de la abundancia de datos.

Según GSMA, en 2014 ya había más de 2.600 millones de smartphones en el mundo. Hacia 2020, este número será de 5,9 mil millones. Al mismo tiempo, las conexiones 3G y 4G representarán el 69% del total. Esto significa que miles de millones de personas estarán conectadas de manera casi permanente a Internet. Combinadas con las aplicaciones y los accesorios adecuados, estas conexiones son capaces de ayudar a estas personas a mantenerse saludables de varias maneras distintas. Por un lado, como ya está sucediendo, permitiéndoles llevar un registro de una serie de métricas relacionadas con su propio estado físico, ayudando a sus médicos a hacer mejores diagnósticos y seguimientos de los tratamientos. Por otro, agregando datos del estado de salud de millones de personas, permitiendo descubrir patrones y conductas que pueden ayudar a comprender mejor a las enfermedades, su tratamiento y su prevención.

De acuerdo con la consultora McKinsey & Company esta tecnología es tan prometedora que desde el comienzo de 2013 a la fecha, distintos VCs, y compañías como Google, Samsung y la farmacéutica alemana Merck, entre otras, han invertido más de US$3 mil millones de dólares en startups y proyectos vinculados con el rastreo y análisis de datos vinculados a la salud. Este mercado tiene el potencial de generar entre US$300 mil millones y US$450 mil millones de dólares al año.

Hoy veremos de qué manera la recopilación de datos puede cambiar para siempre la forma en la que se desarrolla la medicina, y ayudar a los profesionales de la salud a hacer un mejor trabajo tanto en el tratamiento de cada individuo, como de grandes poblaciones, luchando de manera cada vez más eficiente contra todo tipo de enfermedades.

 

Un mejor seguimiento del paciente

Éste es el campo más visible del m-health, al menos para la mayoría de los mortales. Y es que, a pesar de que todavía constituye un mercado de nicho, ha comenzado a ganar mayor tracción, sobre todo por iniciativa de empresas como Apple y Samsung. Se trata de la capacidad que tienen tanto los dispositivos móviles como distintos wearables de realizar mediciones de distintas variables vinculadas a la salud del usuario. Así, hoy es posible tener información actualizada y permanente del ritmo cardíaco, de la cantidad de movimiento y la actividad física que realiza una persona, o de sus ciclos de sueño. Pero esto no es todo, distintas startups han desarrollado wearables capaces de medir cuestiones bastante más complejas. Tal es el caso de Cerora, una banda que se coloca en la cabeza y puede medir si existe daño cerebral; de MC-10, la cual fabrica una serie de parches que se colocan en distintas partes del cuerpo y permiten realizar diagnósticos remotos; o de una lente de contacto desarrollada en conjunto por Google y Novartis capaz de detectar el nivel de azúcar en la sangre. Y este es sólo el comienzo.

Al mismo tiempo, los smartphones más evolucionados y los últimos modelos de relojes inteligentes ya son capaces de medir algunas variables básicas y proporcionar información sin la necesidad de contar con un dispositivo extra.

Estos equipos ya están revolucionando la forma en la que cientos de miles de personas realizan actividad física o cuidan sus cuerpos en el día a día, pero especialmente empiezan a ofrecer una herramienta de medición para aquellos pacientes que tienen problemas crónicos o enfermedades complicadas y que deben seguir un tratamiento. Uno de los grandes desafíos que tradicionalmente tuvo la medicina fue el de poder realizar un diagnóstico preciso sin tener acceso permanente al paciente, y sin poder realizar una evaluación a largo plazo de sus signos vitales. Los wearables están cambiando eso.

Es posible que lleguemos a un punto en el que, tanto las personas que sufren alguna afección como aquellas que están sanas, lleven un registro permanente de distintas variables relacionadas con su organismo. Así se podrá detectar más fácilmente una enfermedad, o incluso anticiparse a que ésta ocurra para poder iniciar el tratamiento. Pero para que esto sea posible hacen falta datos.

 

Una mejor comprensión de las enfermedades y la salud

De nada sirve llevar un registro de todo lo que ocurre en nuestro organismo si esta información no es accionable, o si no le permite a los profesionales de la salud llegar a conclusiones acertadas. Es por esto que los wearables, y el negocio del M-health en general, representan una oportunidad, hasta hace poco tiempo impensada, de revolucionar por completo el diagnóstico y tratamiento de enfermedades y todo tipo de afecciones.

Esto se debe a que, gracias a que millones de usuarios están comenzando a registrar lo que les ocurre en el día a día, tanto cuando están enfermos como cuando están sanos, cuando realizan actividad física o cuando son sedentarios, cuando comen de más, o cuando duermen menos de lo debido —entre otras situaciones— cada vez será más fácil poder comprender de qué manera los distintos estilos de vida y patrones de comportamiento alteran nuestra salud. Gracias a la obtención de todos estos datos, incluso será posible conocer de qué manera las distintas enfermedades afectan a las personas, y hasta contar con datos previos a la infección, que permitirán que los médicos anticipen que un paciente empieza a sufrir de una condición, para así poder curarla de antemano. O incluso tratarla antes de que ésta se manifieste.

El agregado de los datos de millones de personas puede ayudar a descubrir todo tipo de patrones que, hasta ahora, resultan desconocidos, y puede cambiar para siempre la forma en la que entendemos la medicina.

Esto será especialmente beneficioso para el estudio de enfermedades que afectan a pocas personas, cuyos efectos resultan difíciles de estudiar por la poca cantidad de casos disponibles. Al mismo tiempo, contar con datos de una población global hará posible que pequeños equipos y laboratorios encaren investigaciones sin la necesidad de invertir millones de dólares o de disponer de una gran infraestructura, lo que permitirá avanzar más rápido la medicina, y hasta testear drogas y tratamientos de manera más veloz y eficiente.

Al mismo tiempo, permitirá detectar patrones de conducta en los pacientes, observar si éstos están siguiendo —o no— sus tratamientos y tomando sus medicamentos, y hasta descubrir velozmente los efectos secundarios de nuevas drogas y medicamentos.

Sin embargo, para que esto ocurra, se deben sortear una serie de obstáculos. En primer lugar deberá ser posible asegurarle a cada paciente que sus datos serán resguardados, y que éstos no serán difundidos ni fácilmente individualizados. De esta forma se podrá garantizar que más personas estén dispuestas a compartir la información recabada acerca de sus cuerpos. Por otro lado, será necesario determinar quién administra los datos, y asegurarse de que éstos no quedarán en pocas manos, de forma tal de poder democratizar la investigación y llevar este conocimiento a un gran cúmulo de científicos.

La medicina puede transformarse en una ciencia aún más analítica y basada totalmente en evidencia. Esto solo será posible gracias a la tecnología móvil, la cual ha hecho que recabar información acerca de lo que ocurre en el cuerpo de cada uno de nosotros pueda ser simple, indoloro, y permanente. Sólo resta ver si las personas están dispuestas a adoptar esta tecnología, y los médicos e investigadores a aprovechar todo su potencial.