Con el objetivo de reclutar talento, en Silicon Valley se imponen las micro-adquisiciones

Que su startup sea adquirida por una de las grandes compañías del mundo tecnológico es una de las mayores aspiraciones de todo emprendedor. O por lo menos configura uno de los dos escenarios deseados cuando se comienza un nuevo proyecto. Las otra alternativa es, por supuesto, convertirse en una empresa rentable, con peso propio, capaz de liderar un mercado por sí misma. Hasta hace poco tiempo, ambas opciones compartían varias características. Por ejemplo, ambas involucraban desarrollar la idea hasta el punto de crear un producto viable y probado, concebir un modelo de negocios sustentable, atravesar varias rondas de inversión, y dedicarle varios años al proyecto antes de que una de estas opciones se convirtiera en una realidad.  Pero hoy eso está cambiando.

Es que, cada vez en mayor medida, distintas compañías y startups exitosos de Silicon Valley están comenzando a adquirir nuevos emprendimientos en fases tan tempranas, que a veces ni siquiera existe un producto terminado capaz de demostrar algún tipo de resultado.

Es importante resaltar que no estamos hablando de adquisiciones del tipo acquihire, en las que una compañía compra a otra a un bajo costo orientado nada más que a cubrir lo puesto por los inversores, con el objetivo de contratar al equipo. Al mismo tiempo, a éste se le ofrece un buen salario y una suma importante, pero no millonaria, a la que accede solamente tras un determinado período de tiempo trabajando en la empresa compradora.

Las microadquisiciones, en cambio, son diferentes, ya que son compras reales en las que se pagan cifras que permiten que los inversores obtengan un retorno de varias veces su inversión, y que el equipo obtenga una ganancia y no solamente un buen salario y un puesto en la empresa compradora.

 

Una tendencia en crecimiento

Esta modalidad se ha vuelto cada vez más frecuente, y llegó al extremo a principio de este mes cuando Pinterest adquirió Hike Labs, un startup con un equipo de tan solo dos personas, que apenas había lanzado una beta cerrada de Drafty, el producto en el que estaban trabajando. Esta aplicación era nada menos que una nueva plataforma de blogging, concebida para ser utilizada desde un iPhone. Pero no fue la tecnología, ni claramente su mercado o base de clientes, lo que llevó a la red social a adquirir la compañía. En cambio, fue la posibilidad de sumar el talento de Jason Shellen y Mike Demers, sus fundadores —ambos con años de experiencia en la industria, y proyectos tales como Google Reader en su haber—, a su equipo.

Si bien el caso de Hike Labs puede confundirse un acquihire tradicional, este no es el caso de Kosei, otra compañía adquirida en enero de este año también por Pinterest. Enfocada en ofrecer recomendaciones personalizadas que vinculan a los avisos publicitarios móviles con el consumidor indicado, esta empresa fue comprada con el objetivo de sumar su plataforma tecnológica, y acelerar el desarrollo de avisos inteligentes en el sitio. Kosei, sin embargo, todavía no había llegado a anunciar —y mucho menos a lanzar— su producto, y con su equipo de 7 integrantes, se convirtió en una microadquisición en la que la red social pagó un alto precio por incorporar tecnología, talento, y por ahorrarse el tiempo de desarrollar su propia plataforma.

Otra red social que se ha volcado muy frecuentemente por este tipo de adquisiciones es Twitter. En el caso de esta compañía, el objetivo fue siempre ampliar su plataforma de manera veloz, e incorporar servicios que le permitieran competir con productos ascendentes que estaban ganando popularidad rápidamente. El caso más reciente fue el de la compra de Periscope, una aplicación que permite realizar transmisiones de video en tiempo real, y anunciarlas por la red social, la cual también funciona como plataforma de comentarios. Si bien la compañía tenía apenas diez empleados, y un producto que todavía no había lanzado, los rumores dicen que la red social pagó hasta $100 millones de dólares por hacerse de ella, acaso por la presión de desbancar a Meerkat, un producto exactamente igual que, en apenas unas semanas, había ganado gran popularidad y se estaba convirtiendo en el estándar. Otro ejemplo similar fue la compra de Vine en octubre de 2012 —apenas cuatro meses después de que fuera fundada, cuando apenas contaba con un equipo de tres personas, y antes siquiera de que el producto se diera a conocer— por una cifra que se rumorea en $30 millones de dólares.

Otras empresas, como Microsoft, también se han sumado a la tendencia. En marzo de este año, la compañía de Bill Gates adquirió LiveLoop, un pequeño startup de San Francisco que estaba construyendo un plug-in que permitía trabajar en presentaciones en PowerPoint de manera colaborativa sin instalar ningún tipo de software. Si bien ya había recibido dos rondas de un mismo inversor, el equipo de este startup se reducía a cinco personas. Un mes antes, Microsoft también había hecho otra microadquisición al hacerse de Sunrise, un calendario para iOS y Android, y de Acompli, un cliente de correo electrónico para esas mismas plataformas. Esta última compañía ya había recibido más de $7 millones de dólares de inversión, y tenía un equipo de 25 empleados.

Podemos citar otros ejemplos que reflejan que esta es una tendencia que se encuentra en pleno crecimiento y que empieza a cambiar las reglas del juego. Hasta hace pocos años, una adquisición del tamaño de la de Periscope solamente era posible para un startup con un producto sólido, un mercado desarrollado, y una facturación de millones de dólares (o por lo menos una tracción suficiente como para demostrar un enorme potencial). Hoy, la necesidad de innovar rápido, y de mantenerse vigentes frente a cientos de competidores que no son más que equipos pequeños, muy dinámicos, y con un gran foco en un solo producto, han llevado a que compañías más desarrolladas tengan que comenzar a comprar talento y herramientas que todavía no han demostrado su verdadero potencial, pero que parecen encajar bien con sus estrategias y sus necesidades de expandir sus productos. Si bien esto no siempre es barato —pues muchas de estas startups ya han recibido inversiones y no están interesadas en vender, salvo que se trate de una gran oportunidad— el costo es equiparable al de sumar a un equipo para desarrollar el producto desde cero y es, sobre todo, mucho más económico que permitir que un competidor se haga de esa tecnología, o del talento detrás de ella, y sea capaz de arrebatarle parte de su mercado. Algo que Twitter aprendió bien cuando Facebook adquirió Instagram.