LA RUTA AL 5G, EL FUTURO DEL MÓVIL

A poco más de seis meses de la llegada del 4G a nuestro país, puede sonar prematuro empezar a hablar del 5G. Pero la realidad es que —aunque para muchos usuarios pueda parecer repentina— la evolución tecnológica toma, en realidad, varios años de investigación, experimentación y desarrollo. Al mismo tiempo, teniendo en cuenta que se trata de una tecnología que está muy sujeta a la regulación del Estado y a las necesidades de las operadoras —las cuales deben invertir miles de millones de dólares para desplegarla—, se necesita un cierto trabajo burocrático que toma tiempos prolongados. Es por todo eso que desde hace más de dos años, compañías como Ericsson, Nokia, Huawei y otras líderes en el sector de la infraestructura móvil se encuentran trabajando intensivamente en desarrollar esta nueva norma. Y ya pusieron fecha para su lanzamiento: los juegos olímpicos Tokio 2020.

Con la capacidad de alcanzar velocidades máximas de alrededor de 300 Mbps (y hasta 375 Mbps si se lleva la tecnología al extremo), el 4G LTE puede parecer más que suficiente para afrontar los desafíos en términos de consumo de datos de los próximos años. De hecho hoy, en la mayoría de los mercados, estas velocidades teóricas nunca llegan a ser alcanzadas por el grueso de los usuarios. Y es que, para alcanzar la velocidad máxima, un celular tendría que ser el único conectado a una determinada antena; de otra manera ésta se dividirá por el número de terminales conectados, que a veces pueden ser miles. Sin embargo, como ya hemos visto, se proyecta que el tráfico de datos crecerá más de un 50% anual durante los próximos años, impulsado especialmente por el consumo de video, y por la cada vez mayor importancia de la Internet of Things, es decir, de dispositivos inteligentes tan variados como: electrodomésticos, instrumental médico, robots industriales, y hasta automóviles, conectados a la red. Y todo esto requiere de un nuevo estándar que permita absorber todo ese tráfico, y a la vez hacerlo de manera más fluida.

Un poco de historia

Lanzadas por primera vez en la década de los 80s, las redes móviles de primera generación tenían un objetivo muy simple: lograr que los usuarios pudieran hablar por teléfono de manera inalámbrica. Estas redes analógicas aprovechaban muy poco el espectro radioeléctrico, lo que las hacía muy limitadas, y por ende muy caras. En los 90s, la tecnología 2G permitió la popularización del móvil, llevando los servicios de voz, luego los mensajes de texto, y hasta las primeras versiones de Internet móvil a los usuarios. La verdadera revolución móvil, sin embargo, se dio en la década del 2000, con el lanzamiento del 3G, la primera tecnología capaz de llevar banda ancha móvil a millones de usuarios con costos cada vez más bajos. El 4G, lanzado en 2010, no fue más que una ampliación de la capacidad y de la velocidad de estas redes, incrementando la gama de servicios ofrecidos a través de las mismas, y creando un marco tecnológico que pudiera hacer frente al crecimiento explosivo esperado para toda la década. El cambio planteado por el 5G pretende ser un poco más profundo, abriendo las puertas no sólo a mayor velocidad y capacidad de la red, sino que renovando por completo la forma en la que entendemos las comunicaciones móviles.

Velocidad, baja latencia, fidelidad y eficiencia

La nueva tecnología 5G pretende replantear un número de cuestiones que hoy parecen inherentes a las comunicaciones móviles. Por un lado, el primer problema que pretende resolver es el de la alta latencia que existe entre los móviles y la red, reduciéndola a valores cercanos al milisegundo. La latencia es el tiempo transcurrido entre que un dato deja la antena y arriba al móvil, y viceversa. Cuando esta es alta, se producen dificultades en la comunicación de datos generando, por ejemplo, cortes o baja fidelidad en las llamadas de video, entre otros problemas.

Otra ventaja de la nueva tecnología tendrá que ver con la eficiencia energética. Mientras que las redes 3G, y sobre todo las 4G, son famosas por la enorme presión que ejercen sobre la batería del dispositivo, las redes 5G con las que se está experimentando requerirán mucha menos energía tanto para operar las antenas, donde el ahorro será de hasta el 90%, como en los dispositivos, donde se espera un ahorro de alrededor del 10%.

Sin embargo, uno de los mayores cambios que traerá el 5G tendrá que ver con el paradigma con el que se manejan las operadoras móviles. Hoy, cada operadora mantiene un conjunto de redes que operan en paralelo. Estas son redes 2G que permiten utilizar los servicios de voz y SMS, redes 3G y 4G para datos, todas coexistiendo y operando en conjunto. El 5G pretende utilizar una misma red para ofrecer todos estos —y otros— servicios. Para ello, la idea es crear una única red física que permita crear redes virtuales para operar cada uno de estos servicios. De esta manera los servicios de voz, por ejemplo, ya no necesitarán una red independiente, sino que utilizarán un servicio de VoIP (voice Ip) en una red virtual, mientras que la transferencia de datos utilizará otra red virtual dentro de la misma red física. Esto, además de bajar los costos, permitirá ofrecer un servicio más consistente en toda el área de cobertura, y reasignar los recursos de manera rápida y dinámica de acuerdo a las necesidades de los usuarios y de cada operadora en particular. Adicionalmente, al ofrecer servicios totalmente virtuales, los teléfonos 5G podrán saltar fácilmente entre redes wi-fi, redes LTE privadas (un nuevo concepto en etapa de experimentación), y las redes móviles, de forma tal de maximizar la cobertura y la calidad de todos los servicios y, además, bajar los costos.

Al mismo tiempo, la intención de los involucrados en el desarrollo de esta nueva tecnología planea aprovechar este cambio de paradigma para, de una vez por todas, generar un estándar global y terminar con la enorme fragmentación que hoy existe —no solamente en las tecnologías utilizadas que vuelven las redes de una operadora incompatibles con otra y que requieren que los fabricantes produzcan distintas versiones de sus equipos— sino también en el espectro de frecuencias utilizadas. De esta forma, ya no habrá que chequear si un equipo es compatible, por ejemplo, con las bandas 17 y 28 —las bandas 4G habilitadas en nuestro país— o con otras bandas antes de utilizarlo en otro mercado, sino que la compatibilidad será general. A diferencia de lo que ocurre con las tecnologías utilizadas hasta ahora, además, las redes 5G se moverán en el espectro, dejando las bandas de “baja” frecuencia que utilizan hoy (que oscilan entre los 800 Mhz y los 2,6 Ghz) para moverse a bandas de entre 26 y 38 GHz. Esto, por supuesto, requerirá trabajar con las autoridades regulatorias en todos los países para liberar esas bandas —hoy utilizadas por otros servicios— para el mercado móvil.

Todo esto, que parece complejo y engorroso, permitirá desarrollar velocidades de hasta 7 Gbps, y crear redes capaces de escalar miles de veces, conectando no solamente a los miles de millones de teléfonos móviles, tablets y laptops que existen en todo el mundo, sino también a miles de millones de dispositivos de otras características que utilizarán conexiones autónomas para mejorar sus capacidades.

Todavía faltan al menos cinco años para que las primeras de estas redes se desplieguen en Corea y Japón, los primeros mercados donde probablemente se experimente con ellas, y posiblemente unos diez años para que llegue a nuestro país. Sin embargo, poder anticipar sus capacidades nos permitirá desarrollar productos, servicios y aplicaciones que las aprovechen al máximo, y generen nuevas oportunidades de negocio.