Los wearables, es decir aquellos dispositivos electrónicos que se llevan en el cuerpo, se han convertido en el nuevo niño mimado de la industria móvil. Durante el último año, la proliferación de dispositivos tales como fitness trackers —los cuáles permiten medir el impacto del ejercicio físico, las calorías consumidas y hasta la longitud y profundidad de los ciclos de sueño— y los smartwatches —es decir, los relojes inteligentes—, han abandonado el mercado de nicho y se han convertido en verdaderos productos de consumo masivo. Esto puede observarse a partir de que los grandes fabricantes de la industria móvil, incluyendo a Samsung, Motorola, LG y por supuesto Apple, con su flamante Apple Watch, han incluido a estos dispositivos entre sus últimos lanzamientos. Al mismo tiempo, empresas que hasta el momento no estaban relacionadas con este sector, como Swatch —la cual está desarrollando su primer reloj inteligente equipado con el sistema operativo Android Wear— han comenzado a poner un pie en este negocio. Sin embargo, y a pesar de la masiva cantidad de dinero que estos grandes jugadores están invirtiendo, el sector de los wearables se desarrolló durante años a partir del trabajo de emprendedores y startups que, lejos de contar con tan abultadas cajas, se financiaron gracias al apoyo de distintos inversores pero, en especial, gracias al crowdfunding.

Esta forma de financiamiento consiste en la publicación de un proyecto en un sitio como Kickstarter, o IndieGoGo —aunque no son los únicos— explicando de qué se trata, y tratando de seducir a la audiencia para que aporte capital para su desarrollo. Las cifras son variables y pueden ser tan bajas como $10 dólares, o tan altas como $10.000 USD, y se pagan de manera sencilla con una tarjeta de crédito. A cambio de su aporte, los usuarios que apuestan por el proyecto, pueden recibir desde una foto o una remera firmada por los creadores del mismo, hasta una de las primeras ediciones del producto terminado, dependiendo del capital con el que hayan contribuido. Otros sitios más recientes como Crowdfunder se manejan de la misma manera aunque, en lugar de recibir incentivos materiales, aquellas personas que invierten en un proyecto reciben equity —es decir un porcentaje accionario— de la compañía. En este último caso llama la atención la manera en que Internet ha permitido reinventar un modo de financiamiento que ya existía en el mundo offline a través de comunidades informales de pequeños inversores, tales como el club argentino Empresores, el cual, con una muy baja sofisticación técnica, apostaba por el mismo objetivo.

 

Mucho más que financiamiento

El éxito del crowdfunding tiene que ver con mucho más que la relativa facilidad que éste ofrece para obtener financiamiento. Por un lado,  su principal ventaja es que permite mitigar el riesgo de los inversionistas. Esto se debe a que, ya sea que se trate de un inversor profesional, de una persona dispuesta a arriesgar su capital, o de un consumidor entusiasmado por la posibilidad de ayudar a que un producto que le interesa llegue al mercado, las cifras que se manejan son bajas, por lo que no existe un verdadero riesgo económico para quien aporta su dinero. Al mismo tiempo las plataformas que permiten juntar capital de esta manera cuentan con garantías como que el dinero será devuelto si no se alcanza el mínimo necesario para llevar el proyecto adelante.

Por otro lado, el crowdfunding tiene otros beneficios. Para el equipo emprendedor, por ejemplo, resulta conveniente ya que en algunos casos le permite obtener capital inicial sin entregar acciones o participación de la compañía. En los casos que esto sucede, se hace entre varios inversionistas, con lo que es posible retener el control total y no sumar voces a la mesa chica.

Al mismo tiempo, dado que se reemplaza un pitch cerrado a VCs o inversores ángeles por videos, renders, presentaciones, fotografías, y panfletos digitales que venden el producto y explican sus ventajas, el crowdfunding resulta una buena plataforma publicitaria que permite generar awareness de un producto, incluso antes de su lanzamiento. En muchos casos esto no solo generó un alto interés comercial, que permitió recaudar incluso más dinero del requerido, sino que también representó una forma de llamar la atención de inversores y compradores eventuales, tal como sucedió con Oculus, adquirida por Facebook en $2.000 millones de dólares.

Finalmente, este sistema permite adelantar un proceso que resulta complicado respecto de los productos de hardware: el del customer development. Dado que solamente aquellos proyectos que logren generar un interés real recibirán el dinero necesario para desarrollarse, este sistema funciona como una especie de selección natural: aquellos productos que no llaman la atención del público mueren antes de nacer, con lo que se evita la pérdida de tiempo y dinero en su desarrollo posterior, o por lo menos se obliga al equipo a refinar la propuesta y probar de nuevo.

Los wearables: las estrellas indiscutidas de este espacio

Desde 2008, solamente Kickstarter, el sitio líder en este espacio, ayudó a distintos startups y emprendedores a levantar más de $1.000 millones de dólares en financiamiento. Del total del dinero obtenido a través de crowdfunding, tanto en este como en otros sitios, el 80% se invirtió en proyectos vinculados con hardware. De ese porcentaje, el 25% fue a proyectos relacionados con wereables. O sea que este segmento es el que más dinero recaudó a través de esta metodología, a pesar de constituir solamente el 14% de todos los proyectos publicados. Esto quiere decir que, a pesar de ser una minoría en términos reales, son los que mayor interés despertaron por parte de los pequeños inversores y usuarios que comprometieron dinero para apoyarlos.

De acuerdo con información obtenida a partir de Mattermark y Crunchbase por el sitio de noticias TechCrunch, el 42% del capital invertido en startups dedicados a wearable por parte de fondos de inversión fue a compañías que se capitalizaron por primera vez a partir del crowdfunding. Sin embargo, estos fondos fueron más selectivos con estos proyectos, ya que se enfocaron solamente en aquellos que mostraron una gran tracción inicial.

 

Adelantados a la tendencia

Si bien hoy —en el auge de este naciente sector— esto puede parecer obvio, la realidad es que no lo era cuando muchos de los proyectos más exitosos se comunicaron por primera vez.

Un buen ejemplo de esto tiene que ver con el sector de los relojes inteligentes. Aunque grandes empresas como la japonesa Sony fueron pioneras en este mercado lanzando su primer reloj en 2012, existen startups como Pebble que hicieron historia en este mercado, y fueron verdaderas impulsoras de la tecnología wearable.

Pebble ganó gran popularidad en abril de 2012 cuando lanzó una campaña en Kickstarter con el objetivo de obtener $100.000 dólares. Si bien utilizar ese sitio no era la primera opción de su fundador Eric Migicovsky, éste se convirtió en su último recurso luego de no poder obtener más capital que el recibido durante su paso por la prestigiosa aceleradora Y Combinator, y tras la obtención de un capital inicial de $375.000 dólares de distintos inversores ángeles.

La campaña en Kickstarter —que proponía pagar $115 dólares en la preventa de su reloj inteligente— fue un éxito, y en una semana logró juntar más de $4,7 millones de dólares y generar una enorme base de nuevos clientes. Este dispositivo salió al mercado en octubre de 2013 y se convirtió en el precursor tanto de Apple como de Samsung y Google, abriendo las puertas a un mercado que —sólo un año después— estas empresas comenzaron a aprovechar.

Todos los días, nuevos emprendedores que apuestan por este mercado suben sus proyectos a estas plataformas con el objetivo de juntar dinero y hacerlos realidad.

Es por eso que cabe preguntarnos si todos estos nuevos dispositivos estarían surgiendo con el mismo entusiasmo, si no fuera por la fuerza del crowdfunding, el sistema que permitió capitalizar a los pioneros en este mercado, y a la vez demostrar el interés de los consumidores en una tecnología que las grandes marcas no tenían en sus agendas.