Todo argentino que posea un celular sabe que, desde hace varios años, las comunicaciones por este medio distan de ser óptimas. Y si bien, desde el despliegue de las primeras redes 4G, aquellos usuarios que cuentan con acceso a esta tecnología han podido disfrutar de mayores velocidades de navegación y una mejor calidad en general en su experiencia, todavía quedan serios baches en la red. Al mismo tiempo, los servicios de voz y de 3G continúan teniendo una performance que dista de ser óptima, producto de la saturación de las redes, los bajos márgenes de ganancia, y de la dificultad que tienen las operadoras para conseguir sitios donde colocar sus antenas. Estos problemas, en distintas medidas, también se replican en otros mercados en América Latina, pero la buena noticia es que en todos los casos tienen solución. La mala noticia es que ésta no depende sólo de las empresas o del avance tecnológico, sino que de varios actores que tienen que actuar coordinadamente para solucionar el problema y crear una infraestructura capaz de hacer frente al creciente uso de las redes.

Como hemos visto en otras oportunidades, los próximos años plantean un fuerte desafío para las redes móviles en América Latina. Y es que, de acuerdo con Cisco, el tráfico de datos en la región va continuar creciendo a razón de un 59% anual hasta 2019, cuando se habrán multiplicado diez veces con respecto a 2014. Un año más tarde, los smartphones van a representar el 55% de las conexiones a nivel regional (y el 71,9% en Argentina), y generarán en promedio 4GB en tráfico de datos por dispositivo. Al mismo tiempo, la velocidad de las conexiones medias aumentará de un promedio de 1,7 Mbps a nivel mundial, a 4 Mbps, lo que implica un mayor tráfico aún. Esto significa que habrá una fuerte presión sobre la infraestructura montada por las operadoras, la cual deberá hacer frente a más dispositivos transfiriendo más información. Y si tenemos en cuenta que, aunque se proyecte que constituirán apenas el 26% de las conexiones, los usuarios de 4G consumirán el 68% del total de datos, la noción de que la ampliación de estas redes podrá paliar el problema comienza a sonar un poco naive.

En este escenario, es necesario comenzar a plantearse posibles soluciones que permitan hacer frente a la creciente demanda y, a la vez, mejorar las condiciones del servicio, el cual resulta cada vez más importante no solamente para el desarrollo de otras industrias, sino también para la provisión de todo tipo de servicios públicos tanto por empresas privadas como por el Estado.

Uno de los puntos que puede ayudar a resolver el problema actual y anticiparse a la fuerte demanda del futuro tiene que ver con la inversión por parte de las operadoras. A pesar de que el crecimiento en materia de facturación se está desacelerando, y tenderá al amesetamiento hacia fines de la década, según GSMA estas empresas deberán invertir unos $144 mil millones de dólares a nivel regional entre 2016 y 2020 para terminar con el despliegue de las redes 4G y para mejorar la conexión en regiones remotas. Pero incluso si éstas pusieran todo este dinero, existen otros factores que es necesario abordar para poder hacer frente a este problema. Para esto, sin embargo, es necesaria una respuesta de las autoridades regulatorias.

Es por esto que, tanto las distintas compañías telefónicas como las cámaras que las nuclean, y distintas instituciones destinadas al estudio y desarrollo de la tecnología móvil, están pidiéndoles a los Estados que trabajen en conjunto con ellas y resuelvan una serie de cuestiones que ayudarían a brindar un servicio de calidad capaz de enfrentar los desafíos del futuro en toda la región.


Asignar espectro debajo de los 700 MHz para el uso de las comunicaciones móviles

La banda de los 700 MHz resulta muy atractiva para el despliegue de redes 4G porque permite cubrir grandes extensiones de tierra usando transmisores de baja potencia, y a la vez ofrecer cobertura en espacios cerrados donde las señales de otras bandas como la AWS (1700/2100 Mhz) —la otra utilizada en la región— no logran penetrar.

Por desgracia en Argentina, y también en otros países de la región como Chile, las autoridades tardaron en entregarles estas bandas a las operadoras, porque esta parte del espectro estaba tomada por la Televisión Digital. Tras hacer varios ajustes, que movieron a la TDA fuera del camino, las bandas estuvieron libres y en junio de 2015 el gobierno de nuestro país las asignó a las compañías. Éstas, sin embargo, todavía no se encuentran en uso, aunque en breve podremos empezar a ver una implementación de las mismas, a través de la banda 28 o APT, una tecnología desarrollada en Asia que difiere de la empleada en los Estados Unidos.

Un estudio reciente (citado por GSMA), sin embargo, descubrió que la utilización de bandas aún más bajas, de entre 470 y 698 MHz, podría resultar vital para ofrecerle soporte y descongestionar las bandas de los 700 MHz, una vez que éstas empiecen a ser utilizadas de manera masiva.

Esto puede resultar problemático ya que, una vez más, puede generar choques con otros servicios, especialmente televisivos. Sin embargo, si tenemos en cuenta que hacia 2020 hará falta asignar un total de 1340 MHz del espectro para hacer frente al tráfico de datos que habrá en ese momento y que, hasta la fecha, los gobiernos latinoamericanos les han asignado en promedio 270 MHz a las telefónicas, éste puede ser un buen sitio por donde empezar.

Más allá de 2020, cuando comiencen a desplegarse las redes 5G, este problema podría trasladarse hacia el otro lado del espectro, dado que se espera que esta tecnología funcione en las bandas que oscilan entre los 26 y los 38 GHz, con lo que comenzará a competir con servicios satelitales y de radionavegación. Sin embargo, hay mucho por qué preocuparse antes de llegar a ese punto.


Facilitar el uso compartido de los recursos

Otra acción que pueden tomar los Estados para ayudar en la mejora de la conectividad, tiene que ver con permitir que las operadoras compartan sus recursos, tales como antenas e instalaciones de transmisión de fibra óptica. De esta manera será posible bajar los costos y aumentar la cobertura de las redes, sobre todo en países con territorios vastos como el nuestro. Esto no es legal en todos los países de la región, y depende de los gobiernos autorizar este tipo de acuerdos para que puedan hacerse realidad.


Permitir la instalación de antenas

Finalmente, un gran desafío tiene que ver con las leyes y regulaciones locales instituidas por los distintos gobiernos municipales en gran parte de la región, que impiden o complican la instalación de antenas e infraestructura móvil en muchas zonas. Estas reglas, que atentan contra los planes de expansión de las redes, generan inconvenientes porque no permiten ampliar la cantidad de celdas disponibles, y por ende empeoran la conectividad. Hay que tener en cuenta que en una red móvil, la velocidad y capacidad de la red con la que cuenta cada antena es limitada, y ésta se divide por la cantidad de dispositivos conectados a la misma. De esta forma, una antena 4G que alcanza una velocidad máxima de 100 Mbps y que posee 10 dispositivos conectados, le permitirá una velocidad de conexión de 10 Mbps a cada uno de ellos. Al no poder aumentar la cantidad de antenas, la capacidad de la red disminuye, y también la velocidad y la performance que experimentan los usuarios.

En este sentido, es necesario desarrollar acuerdos e instruir a los gobiernos locales acerca de las ventajas que redes móviles sólidas pueden tener en sus distritos, y abordar los miedos y preocupaciones en materia de salud y seguridad que existen en muchos de estos lugares, y que llevaron a la instauración de este tipo de reglas.

Una región mejor conectada, con velocidades óptimas y redes sólidas que permitan desarrollar al máximo la industria móvil, y las miles de otras industrias que se benefician con su infraestructura y servicios es posible. Sin embargo, es necesario un arduo trabajo por parte de los Estados y las compañías para lograrlo.