El 2007 fue un año bisagra para la industria móvil. El lanzamiento del primer iPhone significó un antes y un después para los fabricantes, los consumidores y las operadoras móviles. Los primeros se vieron especialmente afectados, sobre todo cuando se trataba de marcas que ya habían incursionado en el terreno de los teléfonos inteligentes como Palm, Nokia y Blackberry, las cuales debieron repensar sus estrategias de producto y, en muchos casos, no sobrevivieron. Para los usuarios, por otro lado, significó cambiar por completo la naturaleza de la experiencia móvil, y el acceso a una nueva gama de servicios que antes sólo se encontraban disponibles a través de una computadora. Para las operadoras, significó el fin del monopolio sobre la comercialización de los servicios de valor agregado, dado que tanto Apple como luego Google, crearon el concepto de las tiendas de aplicaciones, las cuales permitían ampliar las capacidades de los dispositivos, y comprar contenidos digitales, todo a través de una plataforma creada por fuera de estas compañías y en las que éstas no participaban.  Desde entonces, si bien este mercado se mantuvo en evolución permanente, no experimentó otra revolución de esta naturaleza. Hasta ahora.

Y es que, luego de casi una década en la que los fabricantes se enfocaron puramente en crear flagships cada vez más sofisticados y repletos de nuevas funcionalidades, por primera vez han comenzado a cambiar el foco y a concentrarse en un nuevo segmento: los smartphones de gama media.

Como ya hemos visto en otras oportunidades el ritmo de adopción de los smartphones se está acelerando, y hacia 2020, el 68% de las conexiones a nivel regional —y más del 72% en Argentina— estarán conectados a un dispositivo de este tipo. Esta tasa de crecimiento sólo es posible porque cada vez existen más teléfonos adaptados a cada vez más segmentos de consumidores, los que, en su gran mayoría, no están dispuestos ni tienen la posibilidad de pagar el costo de adquirir un equipo de alta gama, pero tienen interés en acceder a las nuevas tecnologías, y a todos los servicios que estas posibilitan, a partir de dispositivos ofrecidos a precios accesibles.

 

Los nuevos equipos de gama media

La existencia de los equipos de gama media no es novedad. A excepción de Apple, todos los fabricantes lanzaron modelos con menor potencia y prestaciones casi desde el principio. Sin embargo, tanto la baja potencia de los primeros procesadores, como las altas exigencias de las primeras versiones de Android —el sistema operativo utilizado en casi la totalidad  de estos dispositivos— hacían que la experiencia de usuario fuera mala, o se degradara al poco tiempo, volviendo a estos teléfonos prácticamente inusables.

Sin embargo, el avance de la tecnología y el foco puesto por algunos fabricantes en cambiar esta realidad, logró alterar esta situación. La primera compañía en comprender la importancia de este mercado, y en lanzar dispositivos atractivos a precios razonables fue Motorola. Luego de ser adquirida por Google, y de lavar su imagen tras años de declive con el primer Moto X —un teléfono que, a pesar de no incorporar lo último en tecnología, lograba ofrecer muy buenos resultados y una excelente experiencia de usuario a partir de la optimización de todos los componentes— la empresa lanzó el primer Moto G en noviembre de 2013.

Este dispositivo, que ya va por su tercera generación, supo encontrar en cada oportunidad el balance justo entre tecnología y precio, ofreciendo una buena experiencia de usuario, suficiente para las necesidades del 90% de los usuarios, y evitando los problemas que plagaban a los teléfonos anteriores de esta categoría. Así se convirtió en el smartphone más vendido en la historia de Motorola, y en uno de los más exitosos en toda la industria.

 

Las apuestas de otros fabricantes

Motivados por el éxito de esta experiencia y por el enorme potencial que exhibe este mercado —integrado por millones de consumidores, tanto en mercados desarrollados como en los emergentes— otros fabricantes decidieron seguir el camino de Motorola y, a pesar de seguir apostando por la gama alta, empezar a poner el verdadero esfuerzo en desarrollar líneas de producto de gama media competitivos, capaces de correr todo tipo de aplicaciones, y disponibles a precios inferiores.

De esta manera, durante el último año, compañías como Samsung, con su flamante serie A; LG, con sus Magna, Spirit, Leon y Joy; Sony con sus líneas Xperia C y M; HTC con su Desire; Microsoft, con sus Lumia los cuales ofrecen una gran performance gracias a Windows Phone, y nuevos competidores como Xiaomi —a veces llamada la Apple china— han hecho apuestas fuertes por conquistar este segmento, ofreciendo productos cada vez mejores, a precios más bajos.

Al mismo tiempo, dado las menores exigencias en materia de inversión en desarrollo de producto y marketing, este segmento cuenta con nivel de competencia bastante más alto que la gama alta, donde sólo unas pocas compañías cuentan con el presupuesto para posicionarse. Así, estas compañías deben competir con otros fabricantes como Philips, la francesa Alcatel, y una docena de marcas provenientes de mercados emergentes como la india Micromax, las cuales fabrican equipos de distintas calidades y prestaciones a precios bajos.

Esto ha llevado a que exista un mercado cada vez más grande de dispositivos disponibles, en su versión desbloqueada, a precios que rondan los $200 dólares. Y si bien esto tiene grandes implicancias para los usuarios —quienes tienen la posibilidad de acceder a buena tecnología a precios más bajos—, esto significa también un cambio de paradigma para las operadoras.

 

¿Otro cambio de paradigma para las operadoras?

Hasta ahora las operadoras siempre han sido el principal canal de distribución y venta de nuevos equipos. Y esto tiene sentido, puesto que, gracias a los subsidios que éstas ofrecen sobre el valor final de los equipos, adquirir un celular atado a un plan, o a un contrato, resultaba una forma de acceder sin desembolsar sumas de $700 u $800 dólares. Pero con smartphones más baratos que están empujando hacia abajo incluso el precio de los flagships, como el nuevo Moto X —el cual salió a la venta en los Estados Unidos por apenas $400 dólares— esta modalidad empieza a tener menos sentido.

En mercados desarrollados como el estadounidense, el fin del contrato fijo ya ha empezado a observarse. Así es que tres de las cuatro grandes compañías que operan en aquel país ya han abandonado este modelo, y ahora se limitan a ofrecer planes pospagos que se renuevan automáticamente mes a mes, pero que pueden cancelarse sin pagar una penalidad, y paquetes prepagos con las mismas características. De todas formas, aunque han eliminado el subsidio, todas estas empresas permiten comprar equipos a través suyo y pagarlos hasta en 24 cuotas, las cuales funcionan como un gancho similar al que suponían los contratos hasta ahora.

Si bien en nuestra región todavía no se han visto cambios tan radicales en el modelo de negocios de las operadoras, en Argentina sí se ha observado una disminución en el valor del subsidio ofrecido por las compañías. Sin embargo, dado el nivel de churn relativamente bajo que las operadoras experimentan en este mercado en sus líneas pospagas, el hecho de que el 70% de sus clientes son prepagos, y la falta de un competidor que ofrezca un plan diferente que incentive a otros a cambiar —tal como ocurrió en Estados Unidos, donde T-Mobile decidió abandonar los contratos a largo plazo y forzó a Sprint y Verizon a hacer lo mismo—, es improbable que esto cambie. De todas formas, con teléfonos cada vez más baratos, quedan pocos motivos para convencer a los usuarios de atarse a contratos de 18 o 24 meses que incluyen penalidades si se desea cancelarlos.

Los smartphones de gama media son cada vez más importantes, y son el motivo por el que cada vez más consumidores tendrán acceso a esta tecnología. Al mismo tiempo, impulsarán cambios en la industria que afectarán no solamente a los fabricantes, sino que también a las operadoras y a los desarrolladores.