Durante muchos años, la brecha digital fue uno de los grandes problemas, tanto para los países desarrollados como para aquellos que se encuentran en vías de desarrollo. La falta de acceso a las últimas tecnologías dejaban afuera a millones de personas del conocimiento y las oportunidades, así como a todo tipo de servicios a los que sí accedían aquellos conectados. Sin embargo, y si bien el problema aún no está resuelto, durante los últimos años se avanzó mucho en resolver el problema. Hoy, gracias al desarrollo de la tecnología móvil, más del 97% de la población mundial vive en áreas donde hay algún tipo de cobertura que permite conectarse a Internet a través de un dispositivo móvil (incluyendo conexiones 2G) y más del 69% es alcanzado por la cobertura de al menos un servicio 3G o 4G. Y gracias a la constante baja en el precio de los smartphones, cada vez son más las personas capaces de acceder a conexiones de banda ancha. Sin embargo, existen otros problemas que mantienen a la brecha vigente, e impiden que millones de personas accedan a Internet de la misma manera en la que lo hacen aquellos que residen en los mercados más desarrollados.

De acuerdo con la International Telecommunications Union, las conexiones de banda ancha móvil han alcanzado en 2015 una penetración del 47% a nivel mundial. Si bien esto significa que todavía queda un 53% de la humanidad por conectarse, la cantidad de conexiones creció unas 12 veces desde 2007. Así, el 46% de los hogares del planeta hoy se encuentran conectados a la red, un número muy superior al 18% que lo hacían en 2005. Se estima que estas cifras continuarán creciendo, y que gracias a iniciativas como las llevadas adelante por organizaciones como Internet.org, al aporte de empresas como Google, y al esfuerzo llevado adelante por organizaciones como GSMA, la cual nuclea a más de 400 operadoras alrededor del mundo así como a otras empresas del mundo móvil —entre las cuáles se ubica Vrainz—, gran parte de los hoy desconectados podrán beneficiarse con una conexión a Internet durante los próximos años.

Más allá de la diferencia en la calidad de los equipos y la velocidad de las conexiones existentes en distintas regiones, hay otras diferencias que, lejos de ayudar a que esta brecha disminuya, incrementan la disparidad entre los usuarios de uno y otro lado del mundo. Uno de estos problemas tiene que ver con la posibilidad que los usuarios tienen de acceder a la descarga de aplicaciones móviles. En el África Subsahariana, la región más afectada en el mundo por esta problemática, los usuarios de apenas un país (Nigeria) pueden descargar aplicaciones gratuitas o pagas, y ofrecen la posibilidad a desarrolladores de subir cualquier tipo de contenidos a las tiendas de aplicaciones. En los 47 países restantes, la interacción con el AppStore de iOS y con Google Play resulta bastante más limitada.

En 22 de esos países, si bien los usuarios pueden bajar aplicaciones gratuitas y comprar otras que no lo son, así como suscribirse a distintos servicios y hacer compras dentro de las Apps, los desarrolladores solamente pueden subir aplicaciones gratuitas a las tiendas. En dos países (Niger y Guinea-Bisáu), los usuarios pueden bajar y comprar aplicaciones, pero cualquier tipo de actividad está vedada para los desarrolladores. En Seychelles y Guinea Ecuatorial, por otra parte, los desarrolladores locales pueden subir aplicaciones gratuitas a las tiendas, pero los usuarios no pueden descargarlas, así como tampoco pueden acceder a ninguna otra app ya sea paga o gratuita. En Sudán, por otra parte, los usuarios sólo pueden descargar aplicaciones gratuitas, y en los 23 países restantes no es posible subir ni descargar apps ni contenido de las tiendas.

De acuerdo con Statista, en 2015 el tráfico global de Internet fue de 6.156 PetaBytes mensuales y, según GSMA, 4.175 PetaBytes mensuales fueron generados o recibidos por dispositivos móviles. Esto significa que el móvil se ha convertido en la principal fuente de tráfico de Internet. A la vez, las conexiones móviles han superado a la banda ancha fija por 7 a 1.

Según un estudio realizado en septiembre por Morgan Stanley en los Estados Unidos un tercio del tráfico móvil en aquel país proviene de aplicaciones móviles (los dos tercios restantes se originan en los navegadores de tabletas y smartphones). Sin embargo, si bien generan menos flujo de datos, las aplicaciones son el lugar donde los usuarios móviles pasan el 87% de su tiempo en sus dispositivos, según Comscore. Esto significa que las apps son sumamente relevantes, y que se han convertido en el formato por el que mucha gente elige consumir todo tipo de servicios. De hecho, servicios como Gmail y Yahoo! Mail, Google Maps, el Weather Channel, YouTube y Netflix, entre otros, son más utilizados a través de sus respectivas apps que de sus versiones móviles en el browser.

Es por esto que no tener acceso a las tiendas de aplicaciones, o un acceso restricto a solamente una porción del contenido, es un problema grave que lleva a que una parte importante de la población mundial se quede afuera de una gran cantidad de servicios y posibilidades. Hay que recordar que los mercados en los que esto ocurre se caracterizan por poseer una infraestructura pobre y limitada, y que otros servicios como la telefonía de red y la banda ancha fija resultan prácticamente inexistentes. Es por esto que el móvil es el único medio por el cual es posible recibir información. Y si bien gran parte de los usuarios no tienen acceso todavía a smartphones, tabletas, y conexiones 3G y 4G, éstos están llegando rápidamente y comienzan a tener mayores niveles de adopción en la zona. De acuerdo con GSMA, la tasa de adopción será del 20% a nivel regional hacia 2017.

Al mismo tiempo, al no contar con soporte para desarrolladores locales, muchos mercados están limitando a una industria que genera crecimiento y desarrollo en todo el mundo, e impidiendo el crecimiento del segmento a nivel local. Esto no sólo significa la pérdida de una oportunidad enorme para la economía de cada uno de estos países, sino que lleva a la inexistencia de contenidos y servicios locales, adaptados a las necesidades de cada mercado, y ofrecidos en el idioma indicado. Esto conduce inexorablemente a que se produzca una desventaja para los usuarios locales con respecto a los usuarios de otros países, y termina perjudicándolos en múltiples niveles.

¿Pero por qué sucede esto? En regla general, el problema principal radica en la informalidad de los sistemas financieros de muchos de los mercados africanos, y también de algunos en otras regiones. La falta de acceso a cuentas bancarias y herramientas como tarjetas de crédito, las cuáles son prácticamente inexistentes en muchos países, llevan a que compañías como Google y Apple no tengan forma efectiva de cobrar por los contenidos, o siquiera de distribuirlos y pagarles (o cobrarles) a los desarrolladores. Al mismo tiempo, una base de usuarios casi en su totalidad prepagos, impide que se desarrollen herramientas como el carrier billing, que permite cobrar a través de la factura de la operadora.

Esto crea una enorme paradoja. Y es que el móvil es una tecnología con gran potencial para resolver problemas como la falta de acceso a herramientas financieras. Y sin embargo, un mercado completo que no tiene la posibilidad de descargar aplicaciones de ningún tipo, es un mercado cerrado a muchas alternativas para resolver este problema. Y si bien en países como Kenya, las soluciones de dinero digital se basan en tecnologías menos sofisticadas como el SMS, el acceso a los mercados de aplicaciones ciertamente podría ampliar esta oferta de servicios, y hasta aportar en otros campos.

Durante los últimos quince años se han producido avances formidables en materia de inclusión digital. Sin embargo, aunque cada vez más gente cuenta con las herramientas y las conexiones necesarias para acceder a Internet y todo su caudal de posibilidades, existen nuevos desafíos a afrontar y resolver para garantizar una verdadera equidad en el acceso a la información y a los nuevos servicios.